Cuando Dalmaroni me acercó hace tres años “Una tragedia argentina” encontré que los personajes me provocaban mucha inquietud, ellos se hicieron cuerpo y forma en el transcurso de mis días posteriores y ya no me los pude sacar de la cabeza. Entendí entonces que una obra no se hace sólo por los ensayos, sino que se esculpe en el tiempo.
Me he enfrentado a mis propios demonios, es decir, a mi propia familia. Es por eso que necesité de otra familia para construirla, una familia de ficción compuesta por un clan de actrices y actores con los que trabajo en casi todas mis obras. Esta elección es consecuencia de un deseo profundo de reflexionar sobre nuestras verdades. No todos estamos preparados para afrontarlas, pero vale la pena provocarse y provocarlas para que la tragedia quede del lado de la escena, y el humor, la risa y la descarga del llanto queden del lado nuestro: el de la vida real.
Una familia disfuncional
Comentarios de Alejandro Casavalle
Etiquetas: Opiniones